Cuenta la leyenda que en el siglo XVI un capitán del Tercio de Flandes, llamado Peter Siemens, llevó a Montilla (Córdoba) una cepas de vid que se cultivaban a las orillas del río Rihn y de ahí, tras su aclimatación a las tierras cordobesas, surgió la variedad que hoy se conoce como Pedro Ximénez.
Realidad o ficción, lo único cierto es que la Denominación de Origen Montilla-Moriles es la que alberga en sus tierras el auténtico y genuino Pedro Ximénez, un néctar dulce de color oscuro que hace las delicias de los paladares más exigentes y que suele ir acompañado de un buen postre.
Aunque son muchas las denominaciones que comercializan el Pedro Ximénez, gran parte de ellas compran la uva directamente a Montilla-Moriles o bien tratan de cultivar las cepas de la variedad en sus tierras, aunque el resultado nunca será el mismo.
El secreto de Montilla-Moriles reside en su tierra y en su clima.
Tal y como explica el presidente del Consejo Regulador de la DO Montilla-Moriles, Javier Martín, las tierras «albarizas» de la comarca son las «idóneas» para el cultivo de estas viñas, mientras que la climatología es la «perfecta» para la graduación del alcohol que llevarán los vinos.
De hecho, de forma natural, los vinos de Montilla-Moriles alcanzan los 15 grados de alcohol idóneos, por lo que «no son necesarios componentes añadidos», lo que hace que los caldos cordobeses sean «por completo naturales y luego no duela la cabeza».
Las albarizas son suelos ricos en carbonato cálcico y tienen un alto poder retentivo de la humedad, por lo que se consideran como los de mejor calidad para los vinos generosos y de licor.
Además, desde el punto de vista vitícola, el clima de Montilla-Moriles se clasifica entre los más cálidos del mundo durante el ciclo vegetativo, con escasas precipitaciones, y una elevada insolación, lo que incide en el desarrollo de la vid y en su ciclo fenológico.
Pero Montilla-Moriles no solo cuenta con la peculiaridad de contar con un vino «único» en el mundo, sino que la denominación también tiene la singularidad de ser la «primera vendimia de Europa».
Aunque la vendimia y el tratamiento del Pedro Ximénez comenzará a finales de agosto, en la denominación ya se recolectan las uvas que darán vinos jóvenes, muy tempranos si se comparan con producciones de otras zonas vitivinícolas españolas o europeas.
Este año la calidad de la uva «es inmejorable y excepcional», ha subrayado Martín, aunque se calcula una reducción de entre el 15 y el 20 por ciento de la producción respecto al último ejercicio.
Las viñas de Montilla-Moriles se extienden por unas 6.000 hectáreas y de ellas dependen más de 7.000 familias de 18 municipios de la provincia, incluida Córdoba capital y cerca de un centenar de empresas.
Son muchos los retos a los que se enfrenta una de las denominaciones «más antiguas de España», pero en estos momentos el esfuerzo principal de las bodegas se centra en incrementar cada año las ventas de vino embotellado frente al granel para «crear marca y valor añadido».
Asimismo, la internacionalización es su principal caballo de batalla para el futuro, ya que las ventas exteriores apenas representan ahora el 15 por ciento del total, si el mercado con mayor proyección de futuro es el asiático, que está respondiendo de «forma muy favorable».
Una de las razones es otro de los productos «estrella» de la denominación como son los «vinagres», que poco a poco están teniendo una «enorme aceptación» en el mercado exterior.
Todo ello hace de Montilla-Moriles una denominación de origen muy singular y peculiar que poco a poco va reconquistando los mercados nacionales e internacionales gracias a la comercialización de la joya de la corona, el auténtico y genuino Pedro Ximénez. EFE (Luis Ortega)