Los pesticidas sistémicos podrían ser los responsables del colapso sufrido por las colonias de abejas de la miel en los últimos 20 años, así como del impacto sobre otros invertebrados beneficiosos como lombrices o mariposas, según un estudio científico internacional.
El Equipo de Trabajo Especial sobre los Pesticidas Sistémicos, avalados por el «Worlwide Integrated Assessment» (WIA) ha denunciado el uso de pesticidas diseñados para ser absorbidos por las plantas, ya que son «unas neurotoxinas potentes y persistentes cuyo uso está aumentando y afectando a especies y entornos» según el estudio.
Estas sustancias se encuentran en el suelo, el agua y el aire» asevera, ya que los pesticidas se aplican a gran escala en el suelo de cultivo pero también se utilizan en el control de plagas urbanas, la conservación de las maderas o la aplicación en animales de compañía.
«La combinación de la persistencia en meses o años y la alta solubilidad de estos pesticidas aumentan su potencial de acumulación» y por eso las zonas afectadas se extienden cada vez más, desde suelos agrícolas a humedales, estuarios y ecosistemas costeros.
Además las vías de transmisión afectan a los animales, como sucede con el polvo generado al arar o la dispersión de polen que obliga a las abejas al contacto directo con la neurotoxina, «que afectará a su longevidad, fecundidad y resistencia».
A través de una revisión de más de 800 artículos científicos y 150 estudios de efectos directos, los especialistas concluyen que pesticidas como Neonicotinoid, Clotianidina y Fiprontil interrumpen la transmisión neuronal en el sistema nervioso central de los organismos invertebrados y causan así la muerte directa.
Sin embargo pueden llegar a afectar a vertebrados, como aves que puedan ingerir semillas contaminadas o peces que naden en aguas con neurotoxinas filtradas, con lo que deterioran su función inmune y reducen el crecimiento o el éxito reproductivo.
Los efectos indirectos son «raramente considerados en los procesos de evaluación», pero «la supervivencia a corto plazo no es un indicador importante del estado de los ecosistemas a largo plazo» advierten los científicos.
Así, los autores sugieren a los organismos reguladores que consideren «la aplicación de los principios de prevención y precaución» pero insistiendo en la necesidad de «educar» a agricultores y otros profesionales sobre los productos que manejan.
El Doctor Jean-Marc Bonmatin del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, uno de los autores del WIA ha asegurado en un comunicado que «estamos siendo testigos de una amenaza para la productividad y la salud de nuestro entorno natural».
«Lejos de protegerlos, se está poniendo en peligro a los polinizadores y a los controladores naturales de plagas», advierte. EFE