El proyecto de recuperación de variedades ancestrales que Bodegas Torres lleva desarrollando desde hace más de 30 años ha añadido dos nuevas uvas: la moneu y gonfaus. Éstas se unen a las querol, garró o selma blanca.
Estas variedades, con gran interés enológico, tienen la particularidad de ser muy resistentes a las altas temperaturas y a la sequía, lo que las hace especialmente interesantes para afrontar el cambio climático. Han sido plantadas de manera experimental en la finca de L’Aranyó, en Borges Blanques, en el corazón de la comarca leridana de Les Garrigues.
El proceso de recuperación comenzó en 1998 cuando fueron localizadas dos cepas viejas de variedad desconocida. Moneu fue localizada cerca de Querol, en el Alt Camp, y su nombre hace referencia al ‘Coster de Moneu’, el faldón del Torrente de Lloreda situado al sur de este municipio tarraconense.
Gonfaus, por su parte, proviene del pueblo de Sta. Eulàlia de Puig Oriol, en la zona del Lluçanès, en la comarca de Osona. Su nombre viene del ‘Quintà de Gonfaus’, una zona de pastura situada al sudeste de esta localidad barcelonesa. Ambas variedades son muy resistentes a la sequía. Gonfaus es, además, poco productiva y probablemente se trate de una de las pocas variedades femeninas conocidas actualmente –la mayoría son hermafroditas-, según el departamento de viticultura de Bodegas Torres.
Para Miguel Torres Maczassek, director general de Bodegas Torres, “recuperar variedades ancestrales es un proceso lento y largo que requiere mucha paciencia y horas de experimentación y el buen hacer de un gran equipo de profesionales. Este trabajo está a mitad de camino entre la viticultura y la arqueología y nos ayuda a entender mejor la riqueza de variedades de vid previas a la llegada de la filoxera a finales del siglo XIX. Las variedades moneu y gonfau representan una recuperación del patrimonio vitivinícola en Cataluña, pero además pueden ayudarnos a afrontar los efectos del cambio climático”.
Desde que inició el proyecto de recuperación de variedades ancestrales a principios de los 80, Bodegas Torres ha logrado recuperar 40 variedades que se cultivaban antaño en Catalunya y que hoy habían prácticamente desaparecido. De éstas, sólo siete muestran gran interés enológico, entre ellas la querol y la garró, que se utilizan en el cupaje de Grans Muralles, y selma blanca, la primera variedad blanca recuperada del Penedès.
Tras Cataluña, Bodegas Torres ha decidido ampliar el alcance de su proyecto de recuperación de variedades ancestrales y ha iniciado, esta primavera, la localización de variedades desconocidas fuera de Catalunya, concretamente en la Rioja, Rueda, Ribera del Duero y Rias Baixas.
Mediante la publicación de anuncios en medios locales, el equipo técnico de la bodega insta a los viticultores a que se pongan en contacto con ellos en caso de encontrar una cepa vieja que no logren identificar. Tras recibir la llamada del viticultor y constatar de que se trata de una variedad desconocida gracias a la ayuda de un ampelógrafo y al análisis de ADN de la cepa, se inicia un proceso de saneamiento, reproducción, adaptación de la variedad al campo y valoración de sus aptitudes enológicas que puede durar de ocho años a veinte años.